Siente que los 400 metros de la vía a Rozo, que están despejados, son suyos. Una aglomeración de ojos lo observan a él y al otro corredor que desafían a la muerte.
Esa noche, el combustible de su carro está mezclado con tres onzas de gasolina para avión. “Eso le da más potencia”.
Un estruendo retumba en medio del silencio sepulcral de la carretera intermunicipal. El carro ‘vuela’ a 190 kilómetros por hora.
“Esto es adrenalina pura. por que siente que el carro vale más que el del otro”, aseguran después de retar el peligro.
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